martes, 28 de diciembre de 2010

28 of December.


“Sentado junto al fuego de la chimenea, observaba expectante las cartas consumirse entre las llamas. Palabras de tinta que se convertían en cenizas, perdiendo finalmente el poco significado que aún contenían. La elegante caligrafía alargada, caracterizada por la suavidad con la que su blanca mano solía hacer bailar la pluma acariciando con ternura la blancura del papel, se deformaba hasta derretirse en forma de oscuras gotas, al igual que aquellos sentimientos hermosos y profundos se habían degradado en odio y resentimiento. Podía contemplar su fantasma extendiéndose entre las llamas. Su dorado pelo rubio se había convertido en quebrada paja, sus brillantes ojos verdes eran ahora dos arrugadas pasas que no expresaban sentimiento alguno, su blanca y fina piel se había tornado grisácea y agrietada, como las paredes de su corazón, que habían ennegrecido junto a cualquier sentimiento que anteriormente lo hubiera desbordado. Él, con los ojos opacos, fijos en el fuego que destruía poco a poco los recuerdos de la única persona que había aprendido a amar, sin derramar una sóla lágrima, con pulso firme, arrojó a las brasas el último papel que conservaba en sus manos, un retrato en blanco y negro que pasados tantos meses, ya sólo le causaba indiferencia.”

jueves, 2 de diciembre de 2010

2 of December.


“Ella permanece sentada, con sus cabellos cayendo en forma de cascada sobre su blanca y fina piel. Tiene las mejillas sonrosadas y sus carnosos labios se curvan en una leve sonrisa de impaciencia y nerviosismo. El edredón de plumas sobre el que descansa se amolda a su figura, con las piernas cruzadas y los brazos estirados, dibuja círculos sobre la ropa de cama con las yemas de sus dedos. Oye el tic tac del péndulo de aquel reloj de cuerda que cuelga sobre la cama. Puede contar los segundos que tarda en aparecer. Uno, dos… Descruza las piernas una y otra vez, mira al techo, cierra los ojos. Unos suaves brazos la abrazan por detrás, rodeando su cuerpo y estrechándola contra su pecho. Ella gira la cabeza hacia atrás y se encuentra con los ojos de él. Cristalinos. Profundos. Él sonríe al verla. Le besa dulcemente sobre los labios y se recuestan lentamente, revolviéndose entre el edredón de plumas, convirtiéndose en el único testigo de la unión de dos corazones puros, bailando al compás del péndulo del reloj.”